Testigo ancestral del dolor, el mediterráneo atesora el
atávico rumbo trazado por quienes surcaban sus aguas reclamando el dominio de
todo lo circundante. Pioneros en el conocimiento y la aventura, abrieron una
escotilla para que, uno tras otro, fuesen aconteciendo episodios que, al paso
de la historia, nos han ido revelando humanas necesidades e intenciones.
Honor, de un mar que ha padecido profundas heridas. Opresión y dolor soportado sobre sí con el tráfico de esclavos y cruentas batallas, que han ido produciéndole estigmas semejantes al que hoy emerge tras la deriva de cada patera abatida por el temporal o calcinada por el sol, sobre su vastedad inmisericorde.
Al-Bahr al-Mutawāsit -el mar intermedio- es el mar al que
se enfrentan miles de desplazados. Sobre él, en cada singladura, han derramado
su esencia, en profusa sucesión, pueblos y civilizaciones, ancestros de quienes
hoy parecen dirigir sus naves en pos de otra conquista, de idéntica relevancia
histórica y rango de sufrimiento. Víctimas del abandono social, la injusticia y
la violencia. Forzada alternativa para quienes solo queda la huida -contra
viento y marea- hacia un futuro incierto que atisban desde sus orillas y que, a
pesar de los esfuerzos, se desvanece, con angustiosa frecuencia, bajo sus
procelosas aguas.
En este contexto, “MARENOSTRUM”, pretende ser una alegoría
sobre el esfuerzo humano y el desafío por la supervivencia. Sobre los intentos
del hombre por mejorar su posición social y por huir de sistemas opresivos,
donde el progreso no es siquiera planteable y el fracaso un destino habitual. Una
metáfora sobre nuestra capacidad de adaptación y superación, aún en las peores
circunstancias.
Esta propuesta, persigue generar un espacio reflexivo que arroje luz sobre
las sombras de esta tragedia, repetida en todas las latitudes. Sirva como punto
de partida, como pretexto, algo que nos es próximo: el tránsito africano en
nuestro entorno mediterráneo.
“MARENOSTRUM” quiere, sobre todo, rendir tributo a aquellos que, lejos de encontrar su perseguida Arcadia, siguen soportando estados de miseria y continúan sufriendo el desamparo social, enfrentados a muros insalvables de represión y pobreza, desarraigo familiar y de origen y que, como consecuencia directa, arrastran la pérdida de sus señas de identidad social y cultural.
JUAN SOLER
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