POEMA PARA UNA ODISEA
I
A tu isla,
Tu remota isla,
Se
aproximan,
Emboscados cantos de sirenas:
Luces de neón y simétricos muros.
Promesas de abundancia.
Retórica del hambre.
La tierra, a tus pies
Se repliega
Y reclama su valor ante tus
ojos.
Atento a la voz que solicita el tránsito,
Sólo el mar en su vasta soledad
Está presente.
Ante ti, la materia:
El hierro fraguado de los sueños.
Tras de ti, lo intangible:
El conocido hedor de la vigilia.
El mar y tú.
Doble o nada,
O nada,
Nada…
II
Un viento
remoto
Conjura las ideas
Con visiones prestadas;
Aproxima los ecos
A lomos del suroeste
Y vierte en sus orillas
El reclamo de un sueño.
Asienta el
limo fértil
Que guía
con débil pulso
A un corazón tenaz:
Gobierno de unos pies
Que ya caminan lejos.
III
Para tomar
impulso
Has convocado al orgullo,
Inhábil consejero
Y tapiado cada palmo
De África a tus espaldas.
Has debatido
con Ábrego
Mirándole a los ojos
Y engrasado la nave
Con arrojado cálculo.
Duerme fuera
esta noche,
Al enojo del tiempo
Y presta tus oídos
Al roce de las olas;
Que al abrigo,
Tal vez, revoque tu deseo.
IV
Sorprendido por el eco de la voz que se aleja
Aguardaba el
impacto
De fábrica
inminente.
El flamante
sosiego impuesto a la rutina
Activó una ventura
De porvenir dudoso.
Recobró la
cordura de preterida práctica
Y dispuso la nave
Con el viento de cara.
Sintió
nuevamente el aguijón de acero,
Expandiendo el vacio
Hallado en otras
horas.
Esperó la
invectiva perfilando la réplica,
Mas su
voz no acalló
El fragor de las olas.
El primer
resplandor que arrojó la alborada
Despojó de ataduras
El talle del noray.
V
La abandonó obsequiándole
Una sonrisa en brumas
Que frenó, a duras penas,
El brote de las lágrimas.
Sus ojos ya
no estaban
Presentes en la alcoba.
Ella, cuadró
el papel
Que suponía propicio
Y ahogó el recuerdo frío
Que aventuraba el hecho.
En el haz de
la mano
Retuvo las migajas
Robadas a la noche.
Él, descordó
el amarre
Que retenía a la nave.
Ella,
extendió la mano
Y observó cómo el aire
Aventaba las cenizas
De un pasado irretornable.
VI
Frente a la
perfecta lámina
Que el destino tiende
Ocultando sus límites,
Decides anegar la nave
Con el último aliento
Que arrebatas a
tu origen.
Luego, en la primera bordada,
El aire que te alienta es:
El que ya te reclama.
VII
Hubo un día
en que
Todo estuvo hecho
Y la sospecha de un futuro impreciso.
Sin conceder tregua a los abismos,
Arrojaste una moneda a Caronte
Y ceñiste el temor a tu destino.
Hoy, calcinado por la inmisericorde duda,
Sobre un mar
Que como un dios
Ha engullido sus costas,
Imploras santuario
Sobre una orilla ajena:
Que recoja los restos
Sin imponer condiciones.
VIII
Extenuado,
el titán
Dormita sin conocer
El fin de la contienda.
La turbada
memoria
Reduce sus anhelos
A un canto monocorde.
Uncido a la impotencia,
Soporta con la duda
Su preterido arrojo.
Ni el
recuerdo se acerca
A entibiar los rigores
Que amontona su alma.
.....Continuará.
.....Continuará.
Juan soler, Jimena 2013